viernes, 27 de agosto de 2010

IX

La madrugada golpetea los abismos del sueño
espanta el estado onírico y seca la imaginación,
los restos humanos vegetan en el colchón desvencijado de la recámara.
La espera es inagotable, la puerta entreabierta y el corazón latiendo,
los ojos llorosos trepan a la lámpara
quieren ser mudos testigos del final.
Se expían culpas en la agonía,
paseos de domingo abrasan la memoria
nausean los quereres antiguos
y una respiración podrida lamenta la existencia.
La muerte se acerca meticulosa, rompe las cadenas de la savia,
explora el cuerpo infestado de infelicidad, de gusanos que cercenaron el gozo,
que treparon por la piel fermentada de soledad. Lo abandona.
¿Quién le oye marcharse? Sólo el rumor de los insectos le dicen adiós

martes, 10 de agosto de 2010

VIII

Lagartijas vagabundean por el rostro
escudriñan por debajo de los párpados el dolor que colorea el iris,
mueven su cola sigilosamente sobre su espalda
quieren saber de la sombra gris que asedia a los ojos.

La cama desquiciada revuelve las sábanas
no quiere ese cuerpo infestado de sabandijas,
el olor fétido que despide es repulsivo
es el olor del desgano y de la melancolía.

Se pudre el alma, se ahueca la querencia
todo se agria en el espacio,
pierde la cordura el zapato y la camisa
la polilla y la fe.

Despierta el cuerpo, levanta con lentitud sus pasos,
caen las lagartijas espantadas y se acomoda la cama,
llueven los ojos nublados
escurren los quereres
todo se encharca en el corazón.