martes, 10 de agosto de 2010

VIII

Lagartijas vagabundean por el rostro
escudriñan por debajo de los párpados el dolor que colorea el iris,
mueven su cola sigilosamente sobre su espalda
quieren saber de la sombra gris que asedia a los ojos.

La cama desquiciada revuelve las sábanas
no quiere ese cuerpo infestado de sabandijas,
el olor fétido que despide es repulsivo
es el olor del desgano y de la melancolía.

Se pudre el alma, se ahueca la querencia
todo se agria en el espacio,
pierde la cordura el zapato y la camisa
la polilla y la fe.

Despierta el cuerpo, levanta con lentitud sus pasos,
caen las lagartijas espantadas y se acomoda la cama,
llueven los ojos nublados
escurren los quereres
todo se encharca en el corazón.

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