La linea de la almohada delimita mis pensamientos locos, simples, concupiscentes que atraen mi mano y la guardan en la entrepierna, simulando una tarde de melancolía. El calor arrebata las ropas y sólo el disfraz carnal permanece inmune a esta terrible epidemia de soledad.
El temor a la quietud del espiritu recrudece mi instante, convulsa lo simple y lo cotidiano, nada se espera de este jueves cargado de marzo que agrede al sofá, a la cómoda y a la bata negra que descansa en el revistero. La cama cobija un sentimiento que duele y lacera por las noches, las madrugadas y también por las tardes. ¿quién dijo que no duele el amor?.
Un hueco se recarga en el estómago y me sabe humana, mortal. Me levanto cargando mis culpas y los despojos de una mañana lastimera que se pregunta por qué.
No hay comentarios:
Publicar un comentario