El ruido de los autos tropiezan con su ánimo, siempre creyó que tenía que ser puntual para que no pensaran mal de ella. Demasiado tarde. El lip stick se perdió en la bolsa negra y enorme que llevaba del lado derecho. La sonrisa nerviosa le obliga a voltear a ambos lados de la acera, quiere verle ahí, tomar con sus manos su cabeza, alborotarle un poco el pelo y besarle. Nadie, sólo el globero perdido en el tiempo paseandose por el jardín. Nadie, sólo el niño que juega absorto con los soldados verdes Impala. Nadie, sólo la señora de blusa azul que pasea a ese Maltés de ojos claros. Nadie, sólo su esperanza de tocarle como hace dos años en el colegio. Las campanadas de una iglesia le piden que se marche, 6:25 y nadie, nadie le espera ahí.
1 comentario:
Palabras llenas de tristeza.
Un saludo
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