viernes, 27 de agosto de 2010

IX

La madrugada golpetea los abismos del sueño
espanta el estado onírico y seca la imaginación,
los restos humanos vegetan en el colchón desvencijado de la recámara.
La espera es inagotable, la puerta entreabierta y el corazón latiendo,
los ojos llorosos trepan a la lámpara
quieren ser mudos testigos del final.
Se expían culpas en la agonía,
paseos de domingo abrasan la memoria
nausean los quereres antiguos
y una respiración podrida lamenta la existencia.
La muerte se acerca meticulosa, rompe las cadenas de la savia,
explora el cuerpo infestado de infelicidad, de gusanos que cercenaron el gozo,
que treparon por la piel fermentada de soledad. Lo abandona.
¿Quién le oye marcharse? Sólo el rumor de los insectos le dicen adiós

2 comentarios:

Víctor dijo...

Yo te leo en vida, algunas te escucho, se de vos todos los días, mi mente te hace vivir en Valdivia, será eternamente así.

Blanca Vázquez dijo...

Eres parte esencial en voz, en palabra y pensamiento. Gracias por estar.