Afiladas, caían las gotas de lluvia,
me recordaban el pasado cuando las lágrimas lastimaban mi piel.
Ese olor a tierra mojada me obligaba a cerrar los ojos
y yo desprevenida olvidaba el aliento para poder respirar.
¿Dónde se escondió el terror de aquella tarde?
¿Quién le obligó a partir lejos de mi morada?
Nada quedaba ya del bosquejo de su mueca,
la agonía había cesado lentamente...
dónde vivirán los clamores de tu oquedad fónica
a quién le reclamo lo estático del viento y la podredumbre de la algarabía vecinal.
Lluvia, las gotas caían afiladas,
me recordaba tu efigie de carne y hueso
dónde acaba la materia...te siento...
1 comentario:
Precioso el poema, me ha encantado.
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