Las palabras resonaban en su memoria "...sólo muere aquel que el olvido lo sepultó en vida, gracias por mantenerme vivo en tu memoria"; no sabía cómo explicar eso que sentía cada vez que él le mandaba un mensaje. Eran tantos los recuerdos que se desbordaban por los poros de la piel y algunas veces como por descuido escurrían por las cuencas de sus ojos. Pero no podía permitirse regresar la hoja que ella ya había marcado para el pasado.
Sentía que parte de su vida se había hilvanado a la de él; los atardeceres en la bahía le recordaban los encuentros nocturnos y la trova acariciaba sus labios recordándole que una tarde de mayo se había despojado de demonios y había resucitado entre sus manos. Hoy ya no quería encadenarse a su piel, no deseaba apretujarse en su pensamiento. Huía como desquiciada de ese mundo perfecto y escombraba en los resquicios de su identidad para poder pertenecerse.
Sí le pensaba, pero su cuerpo rodaba en busca de otro universo. El golpe atestado en el costado izquierdo había amoratado su memoria, sus vísceras devolvían el amor que le prodigaba en lo cotidiano. Lo alejó con el viento, no quería escuchar los murmullos de su cariño, al fin y al cabo sólo era otro hombre.
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