domingo, 27 de abril de 2008

Mis manos


Mi leyenda personal me obliga a detenerme a cada instante, reviso mis manos simples, un poco mortecinas y las escondo entre mis piernas delgadas que parecen quebrarse con el frío. Mi mirada revisa su espacio, se siente desvalida, perdida ante la inmensidad acuciosa de la esperanza, sin embargo, las lentas voces me llaman, me gritan en mi interior, no me dejan, se quedan aquí, conmigo, como mi única compañía en este tiempo.


Las uñas arrancan pedacitos de piel, despellejados mis dedos me hablan de mis temores, de mis anhelos olvidados, de los rostros que han sido borrados pero que me fusilan diariamente. Mis nudillos como clavos oxidados se ven esqueléticos, con infinitas grietas que me recuerdan mi vida. La plenitud del mar y su infinito sendero se pelea con esa agotadora ilusión de saberme abandonada. Sólo yo me reconozco, sólo yo me encuentro imperturbable en esta soledad doliente y la resequedad de mis manos desvencijadas me leen mis frustraciones.

Mis manos anhelan mi memento mori. Más cobarde que nunca, busco sucumbir ante mi deseperación. El recuerdo de sus besos, su piel suave y tersa, sus ojos que alumbraban la oscura noche, sus manos pequeñas, limpias, suaves, diferentes a éstas que queman por su abandono.


No me queda más que el recuerdo de sus manos; su voz tenue y queda se ha ido apagando poco a poco, ya no la siento; porque esas otras voces me degradan, me insultan y me culpan. Cómo pude perderte, cómo dejé que este mar infinitote arrebatara de mi lado, sé que sus entrañas te han cobijado, pero no entiendo qué neblina atravesó en mis ojos para que yo no pudiera verte.


¿Qué no te quería?, ¡Tontería!, si eras lo que conducía esto a lo que llaman vida; te esperé tanto, tanto tiempo y en un minuto te fuiste de mis manos, como un pececillo dorado que se asfixia en esta tierra y busca su hábitat ideal.


Quizás me miras desde el azul infinito del océano, mientras este Sol que va cayendo poco a poco me inunda con su ausencia; mis manos simples, un poco mortecinas se estrujan secas, vacías, siempre esperando por tí.

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