jueves, 7 de febrero de 2008

CLANDESTINIDAD GATUNA






Él me observaba continuamente y me incomodaba. Su mirada me seguía tras la ventana y yo corría las cortinas para no ver esos ojos amarillos que me aturdían. Cuando me sentía protegida, caminaba de puntillas hasta llegar a la recámara haciéndome a la idea de que ya se había retirado; me acostaba en la cama, tomaba el libro de Rosa Montero La loca de la casa, leía dos páginas y de repente mi pensamiento se encontraba afuera y no en el ejemplar de bolsillo que me habían regalado en un aniversario, así que de manera muy queda lo cerraba y de forma sigilosa tomaba los extremos del moaré y mi ojo asomaba turbado para darse cuenta de que no se había movido ni un centímetro y que su mirada fijada en mi ventana sólo se movía cuando entrecerraba sus rasgados ojos.

El corazón latía aprisa como cuando el temor se apodera de nosotros y nos convierte en un ratón delicioso que no sabe dónde guarecerse, traté de pensar en otra cosa alejándome hacía la sala, prendí el televisor y me senté en el love – seat. ¿Por qué me sentía atraída por su mirada y al mismo tiempo me causaba estupor y miedo?. El televisor hablaba en otro idioma, no entendía nada, pero no tenía ánimo de cambiarle porque en realidad no veía el aparato, sólo quería tener ruido para huir de él; mi piel lo sentía cerca, tibio, suave…hermoso.

Freya le heredó su mirada y eso era lo que turbaba mi pensamiento, anhelaba un beso para que pudiera silenciar aunque fuera un poco los pesares de esta soledad tan concurrida, y juntos hacer frente a las desdichas de la vida. ¡Qué estaba diciendo! Tonterías… no éramos el uno para el otro, pero…entonces por qué me urgía sentirle cerca de mi, si ni siquiera me decía nada, nunca murmuró, sus pasos silenciosos y en línea recta me enloquecían.

Quizá ¿era necesario que me lamiera toda para calmar mi ansiedad?, mi dedo índice enroscaba mi cabello color chocolate mientras el noticiario vociferaba del peor atentado en Medio Oriente... todos los días era el peor atentado. ¿A dónde llegaríamos?. La lluvia comenzó a caer afuera como largos listones esplendentes… pensaba en él.

9: 45 de la noche, sonaba el timbre y yo aletargada no quería levantarme de mi pesadez, Lalo había llegado...lo último que deseaba.
–Espero no haberte molestado, sabes? Te traje el vino que tanto te gusta.
Servía dos copas y yo con una mueca por sonrisa ni pude decirle: Basta!
-¿Sabes que te quiero?...
No, no lo sé. No quería saberlo.

Afuera, una serenata de maullidos reclamaban y amenazaban por lo que era suyo…por qué estás tan lejos de mí, ronronea mi alma. No podía ser honesta y decir que quería salir corriendo por el callejón y encontrarte. Por fin entendía a Hemingway cuando decía que los gatos tienen una absoluta honestidad emocional; los seres humanos, por una u otra razón podemos ocultar nuestros sentimientos.
-Dame otra copa de vino. Te amo Lalo.









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