domingo, 11 de mayo de 2008

Un pequeño sorbo


Ayer recuperé una parte extraviada de mi pasado, hurgué en los papeles viejos y me reencontré en la salita de espera de mi casa cuando niña, percibí inmediatamente la tranquilidad que me brindaba sabiéndome protegida por mamá y papá. Quiénes eran ellos ahora?. Cerré los ojos y con la yemas de mis dedos reconocí en esa foto desgastada los sueños de ser médico y mis angustias por querer ser mayor. Ví a Becki jugando con las muñecas, que tan bien ataviaban nuestras madres. Mi piel sintió un escalofrio porque me sabía lejana y en momentos también ajena.
Son tantos los años, son tantas las pequeñas cosas que se apilan en mi pecho que siento cómo se infla para decirme que quieren salir. La ciudad de México, gritaba su fe y aquellos incrédulos corrían a ver a aquel pastor de Dios que por primera vez pisaba tierra mexica. Una foto, una foto capturada en un día cualquiera, una foto capturada en un día cualquiera y de la cual no se esperaba que produjera este resquemor por lo que ahora se vive.
Cuando se es pequeño no esperamos que ser adultos sea un gran problema, al contrario, nos vemos en un auto, con un esposo y con hijos, en un trabajo y con dinero en los bolsillos. Pero, qué vemos ahora como mayores qué es ser niño?...inocencia, tranquilidad, incertudumbre por el regalo de navidad y ansiedad por saber cómo formar ese rompecabezas de 1000 piezas que me regaló el tío Luís, oler a Santos Reyes cada vez que me traían un juguete nuevo y ser el orgullo de ellos cuando bailaba la negrita cucurumbé.
Mi piel como tierra escrita sabe que no ha sido fácil olvidar aquellas andanzas de pequeña y aunque con voz profunda expongo que no quiero recordar, hay cosas simples que me han llevado a mi pasado; como ésta foto que sotengo entre mis manos y que a tiro directo a perforado mi interior con sus colores violáceos. ¿Por qué crecí? por qué todo es un ciclo que hay que cumplir. -Me llevas en tus brazos papá? Te amo.

No quiero recordar, romper con mi pasado, huir de esa evocación atroz y liberarme de ese yugo que lastima mi huesos y demora mi garganta. Anhelo ese Sol insondable que me cubría al salir del colegio, ver sus ojos brillantes de esperanza. - Seré como tú mami?

Cierro los ojos y la imagen se va desvaneciendo, los vestidos abombados, la matatena, lo moños y aquella mochila rosa en la que guardaba mis tesoros -un espejo, una piedra ovalada, una ficha roja y la carta de José Antonio- aquellos que me hicieron imaginarme princesa.

Una foto, una fotocapturada en un día cualquiera y de la cual no se esperaba que hiciera que las cuencas de mis ojos llenaran este vaso del que bebo un pequeño sorbo salado.

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