Recupero el silencio que había olvidado
a través de la melodía que me acompaña afanosamente a lo largo del día,
lo aprisiono a mis ojos para que me muestre otras lecturas
que tenía olvidadas.
Recupero el silencio que guardé en un archivo
luego de una tarde en que el cielo se desplomó a mi costado,
lo desenpolvo con mis manos para que acaricie el momento perdido
que soñé en un verano.
Recupero el silencio que huelo en las hojas gastadas de un libro de Sabines
pensando en revivir mi alma desnuda, pecadora y concupiscente,
lo enclaustro a mis vísceras para que deambule conmigo
y me muestre por fin el sonido de la palabra.
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